Yo tengo un estilo propio, soy pintor.
Lo defiendo ante cualquiera, si señor.
Y no pinto porque sí. Pinto porque es mi forma de comunicar
lo que siento, lo que pienso, en fin, los pocos elementos que puedo aportar.
Pinto toda la mañana sin parar
y despues cuando termino de almorzar,
me voy a la agencia de publicidá y empiezo meta dibujar
macaquitos chotos y carteles que de alguna forma vienen a enfrentar
mis conceptos sobre la pintura y sobre las funciones que debe tener:
Tengo que comer.
Tengo formación de escuela, soy actor.
Y me exijo siempre para ser mejor.
Me paso estudiando la conducta de la gente, su forma de hablar,
porque quiero que el teatro forme sus raíces con la savia popular.
Y después de alguna noche de función,
realizado, lleno de satisfacción,
me levanto muerto de hambre y me voy al estudio para preparar
una toma en la cual aparezco con una sonrisa para declarar,
con la cara más imbécil que me salga y que te puedas imaginar tú:
“Use este champú”.
Yo no soy de los que cantan por cantar
ni me importa cuanto me van a pagar.
Quiero que mi canto sirva como un instrumento para interpretar
de una nueva forma las vivencias cotidianas de mi gente y mi ciudá.
Aunque digan que no soy un escritor
ni un poeta, no me importa. Soy cantor.
Y en mis letras no persigo la posteridá si no la claridá:
Quiero que toda la gente entienda siempre mi mensaje sin dificultá
y no sólo las estupideces que en los jingles tengo que vociferar
pa poder morfar.
Yo no tengo plumas por casualidá.
Soy un indio apache puro de verdá.
Soy una de tantas victimas de la afición del blanco por andar
expandiendo su dominio sin respeto por la gente que pueda encontrar.
Quieren hostigar mi raza hasta el final
ignorando nuestro acervo cultural.
Nos persiguen y nos hacen la vida imposible. Ya no hay que comer.
Y por eso ya firmé un contrato para una película en que voy a hacer
de indio malo, bruto y asesino de los pobres blancos que andan por allá
de casualidá.