Caperucita roja es una adaptación del cuento homónimo recogido por Charles Perrault, de modo de coincidir en número de sílabas de versos castellanos con el número de notas de la segunda voz -más tres notas de otra, cerca del final, menos una por melisma en la tercera sílaba de “abrazarte”- de la fuga del preludio y fuga en do sostenido mayor, BWV 848, de El Clave Bien Temperado de J. S. Bach.
Había en una antigua aldea, una vez,
una preciosa niña que se vestía
con una caperucita roja
que le había mandado a hacer la mamá
Y en vez de llevar su nombre real,
la gente la llamaba Caperucita Roja,
igual que aquella prenda
que a ella tanto le gustaba usar.
Y pasó que una vez la mamá le dio
dos tarros de manteca con unas galletas,
todo en una cesta, para que la niña
se las llevara a su abuelita enferma,
que vivía lejos de allí
Y así la niña alegremente
se metió en el bosque que debía atravesar,
Y de repente con un lobo se encontró.
Él no se la comió
por miedo a que lo viera algún leñador,
Pero le preguntó “¿Donde vás?”.
Ella sin ningún temor
le explicó toda la situación
sin dejar de incluir hasta las señas de
abuelita, y este lobo que no era
ningún tonto, le propuso una carrera
hasta allí, pero él sabía como hacer
para cortar camino y en un santiamen
estar allá golpeando la puerta de la abuelita
y poniendo vocecita de caperucita
logró engañar completamente a la viejita.
Y ni bien lo hizo pasar, el lobo se la devoró.
Y cuando un rato después llegó Caperucita,
también la engañó fingiendo que era la abuelita,
Y la pobre niña le creyó, pero dijo
“Abuela, que brazos más grandes que tenés”;
“Para abrazarte mejor”, le dijo él;
“Pero que orejas más largas tenés”;
“Para poder escucharte mejor”;
“Y que ojos grandes”;
“Son para verte mejor”;
“Que dientes más grandes que tenés, abuela”;
“son para comerte mejor”,
Y ahí nomás se la comió,
Y colorin, y colorado, este cuentito se acabó.