Era una intelectuala muy mala.
Se casó con un eunuco pituco.
Y tuvieron criaturas oscuras
que comían camarones buchones
y jugaban con arañas hurañas.
Una vez se conocieron, dijeron
con unos extraterrestres rupestres,
que tenían dos antenas apenas
y cantaban decididos, sonidos
parecidos a respingos de pingos.
Cuando salieron de farra en barra,
consumieron rocanroles, alcoholes
y hamburguesas de un tal Ronald….
Hasta que gritó venganza la panza,
y se fueron al retrete en cuete.
Después de ese sonsonete de ojete,
tomaron bicarbonato, y el flato
interrumpió su relato un rato.
Unos fueron a la cama sin drama,
y otros de vuelta al espacio, despacio.
Y ahí quedó la intelectuala. Mirala.
Confesando su aventura a un cura
que la escucha con oreja de vieja,
chimentera, comadrona, matrona,
mientras sueña con la capa del papa.