Como a las once y media de la noche,
cuando José se fue a guardar el coche,
se oyo venir como del campo al centro,
con gran estruendo, a la chanchada cantando
“Somos los chanchos de la peatonal.
Y como a todo el mundo nos gusta cantar.
Por eso no queremos que nos miren mal.
No tengan miedo, mis compañeros. Son chanchos buenos.”
El chancho Lito que era muy goloso,
hizo en los quioscos algo lamentable.
Enloquecido por los masticables,
hizo destrozos por todas partes,
mientras la piara cantaba
“Somos los chanchos de la peatonal.
Y como a todo el mundo nos gusta cantar.
Por eso no queremos que nos miren mal.
No tengan miedo, mis compañeros. Son chanchos buenos.”
La chancha Herminia que era una belleza,
venía comiendo pollo y mayonesa.
Y aunque tenía la boca repleta,
con gran soltura igual cantaba
“Somos los chanchos de la peatonal.
Y como a todo el mundo nos gusta cantar.
Por eso no queremos que nos miren mal.
No tengan miedo, mis compañeros. Son chanchos buenos.”
Algunos cerdos con sus instrumentos,
organizaron un lío tremendo.
Y era música lo que se oía.
O te diría, que mas o menos se parecía.
Toda la gente que estaba mirando,
poquito a poco se fue enmugrientando.
Y mientras se iban llenando de barro,
ya se sabían esta estrofita del canto
“Somos los chanchos de la peatonal.
Y como a todo el mundo nos gusta cantar.
Por eso no queremos que nos miren mal.
No tengan miedo, mis compañeros. Son chanchos buenos.”
Cuando llegó la luz de la mañana,
ya se notó que el baile terminaba.
Pero entre abrazos, besos y saludos,
ninguno quería quedarse mudo.
(estribillo, con voces en medio).
Y aunque la calle quedó hecha un chiquero,
para desgracia de los barrenderos,
había un sonido que alegraba el día.
Era un silbido que en todas partes se oía.