Confesiones de un poeta

Imaginate m'hijo

April 22, 2019

Cuando inicié los borradores que habrían de llevarme a concretar la obra responsable de mi trayectoria, yo no tenía clara conciencia no ya del tema que iría a tratar, sino siquiera de las palabras con que lo haría. El artículo “El” (con que sin arriesgar mucho lo reconozco, aunque demoré varias semanas en atreverme a ponerlo en el papel) da comienzo el texto, no fue puesto por merito propio (del artículo, quiero decir) sino para presentar el sustantivo que le sigue “hombre”; palabra que con frecuencia se encuentra en mis escritos, más por su naturaleza sustantiva que por su significado. Porque para mí en toda literatura, el sustantivo es el elemento sustantivo, más allá de haber usado ahora su nombre como adjetivo. Y como sustantivo, el que empleé es el que prefiero porque siendo el sustantivo la naturaleza íntima del sujeto, el hombre es por su naturaleza el sujeto universal, al menos en el universo de sus horizontes. Pero en la época en que escribí este poema, yo no tenía tanta claridad sobre esto como ahora, así que escribir “El hombre” me llevó más de seis meses. El papel estaba sobre el escritorio con apenas estas dos palabras, cuando mi madre empecinada en ordenar mi cuarto, lo tiró o lo perdió, nunca se sabrá. Yo había ido a la farmacia a comprar medicamentos, cuando al volver noté su desaparición. Estaba decidido a provocar un escándalo, pero opté por canalizar la energía del enojo hacia la creación. Y mientras daba un paseo -durante el cual, haciendo uso de ciertas técnicas mnemónicas que había aprendido- pude reconstruir las palabras del papel perdido, se me ocurrió en una ráfaga de inspiración la tercera palabra. Las dos primeras, como se vio, no fueron el resultado de mi vena poética propiamente dicha, sino de abnegados y sostenidos esfuerzos intelectuales durante meses de reflexión. Pero esta tercera vino a mí directamente de las musas, era el regalo con que ellas premiaban mi entrega, mi dedicación. La palabra, la digo sin más dilaciones, porque no me gusta especular con la ansiedad de la gente. La palabra es sencillamente “es”. Más tarde, yo comprendería ya más calificado como crítico de mi obra, que la inquebrantable solidez de este primer verso está dada por la circunstancia de que “es” es el verbo por antonomasia, tanto como “el hombre” es el sujeto por excelencia. Estaba tan contento con este hallazgo que volví a casa bailoteando por las calles como un saltimbanqui, pero al mismo tiempo me sentía exhausto y exigí a mi madre la entrega inmediata de una suma de dinero que me permitiera ir a descansar a una ciudad balnearia y poner nuevamente a punto mi cerebro para poder seguir. Mi madre estuvo de acuerdo en lo concerniente a poner a punto mi cerebro, pero no en lo de la ciudad balnearia. Y el dinero no me lo entregó a mí sino a las autoridades de la clínica psiquiátrica donde me recluyó. Y fue ahí donde surgió esplendorosa la palabra que cerraría el primer verso. Y como la tercera, esta palabra no surgió de la reflexión ni del análisis, pero tampoco me vino de las musas. Se originó en la profunda observación del entorno, al asistir diariamente al absurdo espectáculo de un grupo de personas, cuyas acciones y palabras tenían tan poca conexión como pueden tener el clima y los pronósticos meteorológicos. El filósofo, capaz de expresar la ecuación fundamental de la condición humana, se convirtió de pronto en cronista, en escritor testimonial. La palabra con la que cerré el verso fue “loco”. Y no pude plasmar ese verso en el papel sino hasta que en la siguiente visita al doctor que me había sido asignado en su consultorio, pude obtener acceso a lápiz y papel. Y este inescrupuloso médico, según pude comprobar con mis propios ojos al termino de la consulta, me plagió. Copiando mi verso en su libreta de diagnóstico y firmándolo desfachatadamente con su nombre y apellido. Desde entonces estamos en litigio ante la sociedad de autores, y tengo la suerte de que algunos periodistas sensibles a mí, en defensión como paciente de hospital, hayan divulgado mi caso ante la opinión pública. Así, miles de ejemplares de diversos diarios han circulado, llevando a innumerables hogares el primer verso de mi poema. Cuando tenga listo el segundo, voy a llamar nuevamente a conferencia de prensa.