Esta es la historia de un viejo castillo.
Castillo viejo como su rey. Si.
Este cuento trata de un castillo que era muy viejo.
Y todo lo que había dentro, también.
Los cornos, por ejemplo, estaban todos destartalados
y no sonaban como ustedes escucharon al principio.
En vez de sonar así (música de sintetizador),
sonaban así (misma música en un tono menor).
Bueno. Esta historia del castillo viejo, empieza así.
Bah, no. Empezar no porque ya empezó. Sigue así, mejor dicho.
Una vez en un viejo castillo
de cuento de hadas, un viejo rey,
con su vieja señora la reina,
y por qué no decimos, un viejo príncipe también.
Tenía muchos y viejos sirvientes
quienes traían para comer,
una sarta de antiguos manjares
con un olor, con un olor que yo a vos te quiero ver.
Un castillo tan viejo que las paredes,
no se caían por un milagro de conservación.
La pobre construcción ya no podía sostenerse en pié,
ni tener los pies de la gente que caminaba sobre los musgos
y sobre los hongos y las telarañas, esqueletos de escorpión.
Las limpiadoras de ese castillo
de estar tan viejas, no daban más.
Ni servían sus viejas escobas
para barrer, porque quedaban los palos nada más.
En el castillo vivían a oscuras,
no habían velas para alumbrar.
Sólo mil candelabros vacíos
que el viejo rey, mando envolver y llevarlos a vender.
Si. Todo era muy viejo en ese castillo.
Y en los alrededores también. Nada servía para nada.
Escuchen por ejemplo, lo que pasó cuando el rey
mandó a vender los candelabros.
Un sirviente que se llamaba Vejestorio, fue con ellos
hacia la plaza del pueblo más cercano
y allí se puso a pregonar.
Candelabros, candelabros,
vendo, vendo, vendo candelabros.
Quien quiera comprar, son del palacio de su majestad.
Y están regalados.
Candelabros, candelabros,
vendo, vendo, vendo candelabros de su majestad.
Un anciano se le acercó y le dijo
“Yo quiero comprarte esos candelabros.”
“Bueno, bueno. Aquí los tiene.” dijo Vejestorio.
“Son 300 pesetos”.
El anciano pagó, y Vejestorio le entregó los candelabros.
Pero cuando se puso a contar el dinero,
se dió cuenta de que el tipo le había dado
billetes viejos que ya no tenían valor.
“Hey ladrón. Estos billetes no sirven. Son viejos.”
Y el otro que se escapó corriendo con los candelabros,
le contestó “Estos candelabros también son viejos y tampoco sirven.
Además, en ningún lugar se consiguen velas para poder usarlos.
Y los billetes que te di serán viejos,
pero vos sos más viejo que ellos,
y yo soy más viejo que vos.”
Vejestorio volvió muy triste al castillo.
Tuvo que ir caminando, porque el caballo que había llevado,
ya estaba tan viejo y enfermo
que no podía cargar ni siquiera la montura.
Bueno. Pero todo eso no importa.
Lo que importa saber es que el príncipe,
que como ya dijimos era un viejo,
se quiso casar con una princesa joven
que vivía en otro castillo.
Pero ella, cuando lo vió, le dijo
“No. Contigo no me puedo casar porque
vos sos un viejo y yo soy una joven.”
Entonces el príncipe le quiso decir
que él por dentro se sentía joven.
Pero no pudo, porque cuando trató de hablar,
le vino una tos muy fuerte,
y se puso a toser y a escupir en el piso.
Entonces la princesa se fue,
y no quiso saber más nada de él.
Pero el príncipe estaba muy enamorado,
y le quiso escribir una carta de amor a la princesa.
Pero no pudo. Porque estaba tan viejo,
que las manos se le movían mucho
y con el lapiz, no le podía embocar al papel.
Bueno viejo. Terminala con esa historia de viejos.
Este es un disco para niños.
No podes estar contando tantas cosas de viejos.
Mejor le canto una canción de chicos.