Me miraste. Me seguiste. Me anduviste sonriendo.
Recibí tus ademanes. Muchos planes haciendo.
Cuando la curiosidad se me fue mezclando en tus pupilas,
tuve la necesidad de saber cosas de vos en pila,
y me diste preciosos momentos que tenían gusto a introducción.
Y seguiste. Me afilaste. Me nublaste las horas.
Me prendiste la sirena. Bueno nena, ahora,
ya caí, me enamoré, siento que mi corazón repica.
Pero cuando te busqué, cuando fui derecho al area chica,
me cerraste la puerta en la cara y me rebanaste la nariz.
Cuando viste en el mapa que las papas quemaban,
me sacaste de la cancha, lo mas pancha, me echaste.
Desde entonces, ando y ando caminando en busca
de tu nido, de tu cama, de tu llama negrusca.
Si supiera en cual andén pasa el tren que lleva a tu guarida.
O quien sabe si más bien, ando atrás de mi nariz perdida.
Y al final que me importa saberlo, si este es el final de la canción.