Recorriendo mil condados, principados y reinados,
ducados y archiducados y también
algunos pocos estados tan desproletarizados
que ya están en otro estado, pasa el tren.
Va tocando los poblados más lujosos y adornados,
enjoyados con tejados de Belén,
pero esos barrios dejados de la mano de los hados
son salteados con cuidado por el tren.
Piénsalo bien, sube a ese tren,
y pronto sentirás los resultados,
no ha habido quién deje este tren
después de un tiempo de haberlo probado,
te dá pues la garantía de que una vez instalado
podrás seguir en la vía por tiempo indeterminado,
no rehúses sus llamados de afelpados marabuses
para que los uses fue creado el tren de los avestruces.
Tal vez muestren sus ventanas cotidianas cosas vanas
o macanas suburbanas sin querer,
mas nunca escenas profanas ni jaranas chabacanas
harán que te salgan canas por doquier.
También ha sido equipado con un sistema adecuado
instalado a cada lado del motor,
que ante una fuerza agresora oculta la locomotora
tras una nube incolora de vapor.
Por mucha gente que suba al tren
tendrán asientos todos reservados,
y no se ven viajar de pie
nomás que a quienes quieran ir parados,
y ya es cosa archisabida, el que este tren ha adoptado
podrá ver pasar la vida sin bajar en ningún lado,
no uses más los trajinados mal llamados omnibuses,
sólo hay un omnirodado: el tren de los avestruces.