Gonzalez. Vamos a suponer que en vez de mi empleado, fuera mi auto.
La locura de Gutierrez empezó cuando se creyó
que la gente no era gente sinó autos, simples autos,
complicados autos.
Y temiendo que lo fueran a pisar tuvo que adoptar
la costumbre permanente de eludir a la gente,
de esquivarla siempre.
Y apartaba su murada de la luz de la fuerte luz
que largaban los faroles, es decir, las pupilas;
donde había un simple ojo el allí veía un foco
porque estaba loco.
Y a mas nadie el trataba ya de “Usté”, ¿y sabes por qué?
Porque era más coherente usar el tú tú tú tú tú
tú tú tú tú tú tú.
Conociendo usté el problema entenderá justificará
que Gutierrez pretendiera manejar a cualquiera
siempre que pudiera.
Manejaba sobre todo al personal fijo y eventual
de su hacendosa empresa y si acaso en esas cosas
alguien no era manejable él pensaba “Éste está roto”
porque estaba loco.
Lo mandaba de inmediato pal taller para hacerlo ver
y de alla no lo sacaba hasta que no se lo arreglaran
acondicionaran.
Al juzgar a una persona siempre él se fijaba en
el consumo por kilómetros de vida transitado
por el acusado.
Sus amigos los trataba de buscar de seleccionar
entre coches de muy alta cilindrada, mas los autos
subalternos los quería de muy bajas calorías
y hay más todavía.
La locura de Gutierrez terminó cuando se murió
Pero nadie supo de ella salvo yo, porque anoche
me la dijo un coche.