Una muchacha está en una parada de ómnibus. De repente llega Charles Bronson y le dice “Hola”. Ella no le presta mayor atención. Él insiste en entrar en conversación con ella: “Necesito hablar contigo, soy Charles Bronson” dice. Ella lo mira y corrobora que efectivamente se trata de él. Le pregunta que anda haciendo por ahí. “Me siento solo” dice él, “y salí a buscar una compañía femenina que bién podría ser la tuya. Vivo a 4 cuadras de acá. ¿Querés venir a mi casa?”. Ella piensa, medita. “¿Por qué yo? ¿Por qué me elegiste a mí?”. “No es que te haya elegido” dice él, “es que vos estás ahí, yo estoy acá y vos sos muy linda y yo soy muy recio y bueno, lo demás ya lo sabe el comisario”. La muchacha piensa, medita. De pronto una voz, desde el zaguán de una de las casas de la cuadra, dice “Ella no irá contigo a ninguna parte, Bronson”. “¿Quién lo dice?” pregunta el actor. Entonces aparece en la vereda, la gallarda figura de Clint Eastwood. “Yo” dice. Bronson arremete con furia. Eastwood se defiende con gracia. “Basta. No quiero que se peleen por mí” dice la muchacha. “Entonces decinos con cual de los dos querés salir”, propone Eastwood. “Querras decir, con cual de los tres” corrige una voz grave desde un coche que pugna por estacionar. Su conductor es Bud Spencer. La muchacha trata de evitar que él se integre a la trifulca. Entonces Bud intenta secuestrarla y los otros dos artistas se lo impiden. “Ella es nuestra” le dicen, “¿No es cierto, nena?” le preguntan a ella. “Lamento decepcionarlos, pero no.” dice la muchacha. “Yo los admiro mucho a los tres, creo que han enriquecido la cinematografía mundial, estoy persuadida de la calidad de sus interpretaciones, de la fineza de su estilo y de la profundidad de sus filmes. No me pierdo oportunindad de ir al cine cuando alguno de ustedes está anunciado, ni dejo de pensar y meditar día y noche en torno a la problemática que se refleja en todos y cada uno de sus trabajos. Sin embargo, y con gran pena es que lo digo, ninguno de ustedes tres me interesa como persona, como hombre. Sólo como artistas. Sí, y créanme, más de lo que puedo expresar con estas palabras. Adiós, y espero que sigan trabajando al mismo nivel que lo han venido haciendo hasta ahora”. “Ya lo oyeron muchachos. A trabajar.” dice entonces Sam Peckinpah, que observaba la escena asomado desde una azotea. Los actores obedecen y la muchacha, subiendose al ómnibus que esperaba y que justo venía, se va.