Eran dos tipos que siempre hablaban del tiempo
Hablaban mucho y quejándose todo el tiempo
Eran dos tipos que hablaban mal de la helada
de madrugada parados en la parada
Eran dos tipos que se pasaban diciendo
“¡Qué tiempo loco, ya está de nuevo lloviendo!”
Eran dos tipos y cuando el tiempo cambiaba
les daba rabia, les daba bronca, les daba
Eran dos tipos que consumían saliva
en insultar al viento cuando iban en chiva
Eran dos tipos que le encontraban sentido
a hablar del tiempo y no hablar de bueyes perdidos
Eran dos tipos y de los dos casi todos
sobre este tema, pensaban del mismo modo
Eran dos tipos que pese a cambios de clima
llevaban siempre las mismas ropas encima
Eran dos tipos que siempre hablaban del tiempo
Hablaban mucho y quejándose todo el tiempo
Eran tres tipos que hablaban mal de la helada
de madrugada, con las narices tapadas
Eran diez tipos que se pasaban diciendo
“¡Qué tiempo loco, mirá el calor que está haciendo!”
Eran cuarenta que consumían saliva
en protestar siempre mirando para arriba
Eran ochenta y no le encontraban sentido
a hablar de bueyes, porque era tiempo perdido
Eran doscientos; repito: eran quinientos
Eran seiscientos que hablaban pestes del viento
Eran dos mil, eran veinte mil que decían
de la humedá los que los demás ya sabían
Eran decenas de miles, eran millones
y mientras tanto, corrían las estaciones