Si partimos de la base cierta
de que al lunes sigue siempre el martes
y que luego el miércoles aporta veiticuatro horas
incluyendo todos los minutos, los segundos
y los cuartos de hora uno tras otro,
y teniendo en cuenta aquel teorema que sostiene,
que después del jueves viene el viernes,
y que días antes daba paso el miércoles al jueves,
y que el sábado no es otra cosa
que una vil prolongación del viernes
que termina, a veces, en domingo,
transformándose de golpe en lunes,
luego en martes, miércoles y jueves,
viernes, sábado, domingo y lunes,
martes, miércoles, jueves y viernes,
y después en sábado y domingo
sin saltearse nunca ningún lunes,
ningún martes, miércoles, y acaso,
estirando el jueves hasta un viernes,
añorando el sábado un domingo
destrozado por un lunes cierto,
invencible y duro como un martes,
como un miércoles inexorable
enterrado bajo un recio jueves
muerto al pie del viernes de mañana
que de noche un sábado esperado reemplazó,
pero por pocas horas,
hasta que el domingo se hizo el lunes,
este que se volvió para martes,
martes para miércoles, jueves y viernes,
luego sábado, domingo y lunes,
si partimos de esta base cierta,
¿De que color es la muerte?