El recital iba a comenzar.
El acomodador acomodaba las propinas en su bolsillo.
Las luces de la sala se apagaron
y desde el escenario se encendieron.
La gente aplaudió.
Alex Estragón hizo su aparición y saludó al público
con una graciosa inclinación de torso.
Luego se sentó al piano y empezó
con el 2º preludio del clave bien temperado de Bach.
Era la primera pieza que figuraba en el impreso
pero los espectadores no se habían congregado
en la sala por el repertorio sino por
la alta jerarquía del ejecutante
y su prestigio internacional.
Mientras tocaba, a Estragón le empezó a parecer
que había una especie de murmullo entre la gente,
y no entendía que pasaba.
Se imagino que tal vez se hubieran vendido
más entradas que lo que admitía la capacidad de la sala
porque le pareció oir como protestas.
También pensó que capaz que se había roto el aire acondicionado
y que de ahí venía el malestar.
Trató de concentrarse en la música y no dar bola.
Pero al iniciar La Polonesa Heroica de Chopin,
que tenía más silencios entre algunos acordes,
pudo oír claramente que un espectador
desde la platea gritaba: “Hey. Eso lo toca mi sobrina.”
El pianista ignoró el comentario y siguió,
pero una vieja dijo: “Sí, mi nieta también.
Al principio no lo reconocí, pero ella toca esa pieza.”
“¿Y como la toca?” Preguntó el de la butaca de al lado.
“Mucho mejor que este.” dijo ella.
“Lo toca más pausado, más tranquilo.”
“Sí, ese hombre es un histérico” dijeron varios.
“Además eso lo toca cualquiera” dijo otro.
“Sí. Yo tengo el disco” dijo un tipo.
“Si hubiera sabido que iba a tocar eso, ni venía.
Me quedaba en casa tranquilo,
escuchando el disco y mirando televisión.”
Estragón, nervioso y abochornado, salió de escena
y fue a preguntarle a su representante que mierda estaba pasando.
“Y, Alex” contestó el representante apesumbrado.
“Vas a tener que cambiar de rubro.
La gente ya no quiere covers.”